M.Sc. Paulina Molina Chacón.
Directora Escuela de Trabajo Social

Introducción

La violencia es un desequilibrio del poder, representa una relación quebrantada e irrespetuosa, donde se invisibiliza la opinión, el aporte y el lugar que ocupa cada persona. Cuando hablamos de esta dinámica en un grupo familiar o en una relación de pareja, estamos refiriéndonos a las múltiples formas de violentar a uno de sus miembros, por ejemplo: burlas, comentarios hirientes y otras manifestaciones de la violencia emocional. También nos referimos a las acciones que se realizan para evitar que se posea un bien material/económico o lo que conocemos como violencia patrimonial. Es decir, la violencia no solo es física o sexual.

Las manifestaciones de violencia y exceso de poder son múltiples y de carácter solapado en la mayoría de las ocasiones, así como en los lugares donde las mujeres frecuentan cotidianamente: las familias, la comunidad, el empleo, el autobús, entre otros. Menorar la forma de este convierte en poder en tanto la persona toma un rol autoritario, encubierto y agresivo en una familia o una relación, se legitima cuando otras redes sociales lo aprueban o naturalizan las acciones violentas en lo cotidiano.

Por tanto, el asesinato de una mujer en manos de un hombre, es solo el último peldaño de una serie de formas de violencia y manipulaciones que se desarrollan y se sostienen a lo largo del tiempo en el seno del hogar o las relaciones de pareja, y que poco a poco se van incrementando hasta que se pone en riesgo la vida.

Situación Actual

En Costa Rica, según el Observatorio de Género del Poder Judicial “al 13 de noviembre de 2024 de 2024, habían ocurrido 70 muertes violentas de mujeres, de las cuales 21 muertes habían sido clasificadas como femicidios y 41 estaban pendientes de clasificar por parte de la Subcomisión Interinstitucional de Prevención de Femicidios” Las estadísticas demuestran que más mujeres mueren en manos de hombres por el solo hecho de ser mujeres.

Sin quedarnos solo en las cifras, es importante reflexionar sobre las condiciones sociales y familiares, por ejemplo: la socialización centrada en masculinidades violentas, desafiantes y autoritarias, así como feminidades sumisas, dependientes y con limitadas posibilidades económicas. Esto nos lleva al desafío de re significar la masculinidad hegemónica por hombres que se convierten en aliados, líderes sin ser opresores, respetuosos de la autonomía y el lugar de las mujeres. Así como redefinir la feminidad hegemónica construyendo mujeres fuertes, resilientes, creativas e independientes.

Cuando cada quien toma su lugar desde una posición amorosa y respetuosa, logramos coherencia, equilibrio e interconexión dirigida al crecimiento y sostenibilidad de una sociedad, de una familia o de una relación de pareja que busca minimizar las tensiones con nuevas formas de relacionarse desde la empatía y el respeto por quien se tiene al frente, y con quien se ha elegido compartir un espacio o una vida.

Reflexión

Aunque las cifras nos siguen indicando que falta mucho trabajo como sociedad para lograr la igualdad, confío en que las nuevas generaciones avancen con posicionamientos críticos para lograr construir familias y relaciones libres de violencia.

Existe dos retos importantes: Identificar y visibilizar la violencia en todas las manifestaciones y rechazar rotundamente la violencia desde lo individual y lo colectivo, rechacemos el ciberacoso, el acoso callejero, violencia mediática, entre otros.

En la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Libre de Costa Rica, compuesta por estudiantes, docentes y el personal de la dirección, no queremos dejar pasar este día sin recordar que el compromiso es de todos, es una lucha social de la cual todos somos responsables, somos actores activos en esta sociedad, y como tales debemos tomar decisiones y acciones para rechazar la violencia contra las mujeres, las niñas, las adultas mayores.